lunes, 7 de marzo de 2016

La Pedagogia Mexicana.




Una vez que los liberales triunfantes encabezados por el presidente Benito Juárez entraron a la ciudad de México el 15 de julio de 1867, el Ministro de Justicia e Instrucción Pública don Antonio Martínez de Castro dispuso, por instrucciones presidenciales y dentro del marco de la Ley Orgánica de Instrucción Pública, que se formara una comisión, encabezada por don Gabino Barreda, para reformar la educación media. Ilustre médico poblano, don Gabino Barreda había escuchado en Francia las conferencias de Augusto Comte y, entusiasmado por la filosofía positivista, encontró en ese momento la valiosa oportunidad de ponerla en práctica. 




La Escuela Nacional Preparatoria inició sus labores el 1o. de febrero de 1868 en el edificio del Antiguo Colegio de San Ildefonso; su currícula se caracterizó desde un principio tanto por el enciclopedismo como por su estricto apego al método científico, como un medio para superar disputas estériles y conflictos de carácter religioso, que tantos muertos habían ya generado desde que empezó la lucha por la Independencia y aún antes.

La pedagogía positivista y sus promotores, consideraban que era necesario enseñar los métodos de experimentación y deducción a los mexicanos para que dejaran de explicarse mágicamente el universo y la vida social. El hombre debía usar la inteligencia para descubrir, mediante el método científico, las leyes generales del mundo.
La clasificación comtiana de las ciencias jerarquiza a éstas en un orden lógico que va de las más abstractas a las más concretas y complejas, empezando por las Matemáticas y terminando en la Sociología. Esta misma clasificación es recomendada para aplicarse en el Plan de Estudios de la Preparatoria.




El sistema positivista, aplicado a la educación, supone que cada ser humano en lo particular reproduce la historia de la humanidad, por lo que, la mejor educación será una aplicación inteligente de la ley de los tres estados, dividiendo la vida humana escolar en infancia, adolescencia y juventud.

Durante la primera etapa, la educación tendrá que ser informal y sistemática, para sacar al niño de su etapa más primitiva y conducirlo con éxito a la segunda y tercera, donde podrá asimilar conocimientos verdaderos basados en la ciencia. El modelo pedagógico positivista fue tan exitoso, que su estructura básica todavía se refleja en los programas y planes de estudio de las escuelas mexicanas, incluyendo las controladas por el clero católico.

Dentro del exitoso y omnipresente paradigma pedagógico positivista, brillaron con luz propia expertos de muy diversas disciplinas que contribuyeron a desarrollar la pedagogía mexicana; así, el médico Manuel Flores fue el primero en usar el nuevo concepto en nuestro país al publicar su Tratado elemental de Pedagogía en 1887.

En esta obra, el doctor Flores muestra la influencia de Spencer y Stuart Mill, con cuyo auxilio expone las bases de la enseñanza objetiva basada en el "realismo pedagógico", el cual debe poner en juego las facultades del niño, desarrolladas mediante una educación física, moral e intelectual que substituya los antiguos y bárbaros castigos corporales, fortaleciendo la voluntad con medios adecuados y buenos fines.

Sin embargo, el problema de la Pedagogía como disciplina, profesión, campo de estudios y objeto teórico ya estaba en el ambiente educativo mexicano cuando menos desde 1885, cuando en la Escuela Modelo de Orizaba, el profesor de origen alemán Enrique Laubscher fundó una Academia para actualizar a profesores en servicio, mediante un Programa de Ciencias Pedagógicas en donde se hacía una introducción general a la Pedagogía, se conceptualizaban sus componentes principales y se exponían los fundamentos de la enseñanza objetiva.

El pedagogo suizo Enrique C. Rébsamen empezó sus disertaciones públicas ese mismo año en Veracruz, a partir de la idea de que nuestro país necesitaba consolidarse políticamente sobre la base de la unidad intelectual y moral. Dividió a la Pedagogía en: general, histórica y práctica, y distinguió entre educación e instrucción, entendiendo a ésta como simple adquisición de conocimientos, mientras que aquella significa desarrollo gradual y progresivo de las facultades humanas.

El abogado veracruzano Carlos A. Carrillo es ampliamente conocido entre los profesores mexicanos por sus constantes esfuerzos en favor de la educación universal, la reforma escolar y el mejoramiento del pueblo por la escuela. El maestro Carrillo fue traductor, publicista de las nuevas ideas educativas a través de periódicos que él mismo fundó, profesor y funcionario.

El abogado campechano don Joaquín Baranda fue otro educador destacado que, desde diferentes posiciones tales como el Congreso, la Judicatura, el gobierno de su Estado y la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, aplicó importantes medidas para reorganizar el sistema educativo nacional, de las que podemos destacar:

a) Impulsó la instrucción primaria apoyando la formación de profesores;
b) Propuso que por ley, la educación básica fuera obligatoria, gratuita y laica;
c) Convocó y financió los dos grandes Congresos Pedagógicos del porfiriato, que definieron el rumbo de la política educativa del momento.




Don Justo Sierra Méndez, campechano y abogado también, dedicó su vida a tratar de resolver algunos de los grandes problemas educativos de México; como diputado propuso y defendió, hasta verlo convertido en leyes, el principio de la enseñanza primaria obligatoria, gratuita y laica; como subsecretario de Instrucción, presidió y orientó los dos Congresos Pedagógicos más importantes del siglo pasado; como Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, logró la creación de la Universidad Nacional de México, sin ningún nexo con la vieja "Universidad" colonial, y con el apoyo académico de la moderna Universidad de California en Berkeley.


Bibliografía: MARÍN, Alvaro. Historia de la Pedagogía en México. Editorial MARSAG. Serie de Pedagogía y Educación 1996.

http://grupos.geomundos.com/sociedad.universidades/mensaje-historiadelapedagogiaenmexico.html

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